Tú eres todas la lunas

Ahí estaba yo, en medio del bosque, donde se unía el lago con los restos del pasto y un poco de lodo, el agua no era la más clara, sin embargo, invitaba a nadar en ella, tenía estas hermosas ondas en calma tan específicas de estos mantos acuíferos.

Ahí estaba yo, observando el centro del lago, algo llamaba mi atención, brillaba, podría decir que era el sol que estaba en su cenit, pero al centro sus rayos reflejaban algo que, sin duda, me llamaba, escuchaba al agua decir mi nombre.

Ahí estaba yo, en medio de un sopor extraño que invitaba a la reflexión y al recogimiento, a ir para dentro, investigar porque el agua de la que estoy formada se movía de esa forma tan extraña en mis adentros, haciendo que mi cuerpo se moviera en este va y ven del que forma parte una barca cuando entra en contacto con las ondas del agua, era una clara invitación a sumergirme ahí.

Tomé un respiro y entre dentro del agua, no me sorprendió llegar al centro del lago y de pronto caí hasta tocar el fondo, no me ahogaba, no me hacía falta el aire; me encontraba frente a una puerta que como música agolpándose en mis oídos me llamaba a entrar, era un canto, algo que mi alma reconocía de mucho tiempo atrás, palabras que no existían pero que reconocía, era una melodía hecha especialmente para mí.

Crucé la puerta, y frente a mí se abrió un camino, ya no estaba en el agua y en mi no quedaba un solo hueco húmedo, estaba seca, vestida en un etéreo vestido azul marino y mi cabello era tan largo que lo arrastraba al caminar, mis pasos eran tan firmes, sin embargo, parecía flotar, llegué a una pequeña cabaña y una voz firme, pero de alguien con años en su andar me dijo: Pasa, te estaba esperando.

Entre por un marco hecho de madera con un montón de símbolos grabados y ahí estaba ella, una mujer anciana, sus cabellos largos y blancos y su piel surcada de arrugas, con unos ojos tan profundos que me indicaban que la sabiduría vivía en ella, no era la primera vez que estaba ahí, ella y yo nos conocemos bien, a ciencia cierta yo soy ella y ella soy yo, sin dudarlo; esta vez me recibía con un fuego prendido en una pequeña hoguera y una taza de té caliente, estaba sentada en un sencillo sillón con una manta sobre sus piernas, su hogar aunque frio siempre hace que sientas la calidez de la mujer que lo habita.

Jalé una silla un poco más baja que su sillón, tome mi taza de humeante té y me senté junto a ella, recosté mi cabeza sobre sus piernas y sin dudarlo comenzó a acariciarla, esas caricias que te invitan a contarle todo lo que mueve tu alma mientras sientes como te contienen y te apapachan; hable con ella por horas, le conté como me sentía, le hable de mis emociones y de cómo buscaban una salida, de la imposibilidad por compartirlas con alguien más, como me preocupaba que esto bloqueara mi alquimia, mi capacidad de conexión con los elementos y mi desequilibrio, ella pacientemente escucho cada una de las cosas que le conté, por momentos seco mis lágrimas, sin decir una sola palabra, solo acariciando mi largo cabello.

Un momento después cuando ya había vaciado todo aquello que me incomodaba, me invito a mover mi silla y ponerme frente a ella, dándole la espalda, yo observaba las hermosas figuras que se desprendían del vivo fuego que se mantenía en la hoguera entrando en un pequeño trance; ella comenzó a tomar hebras de mi cabello y me dijo:

-Querida niña, escucha atenta lo que estoy a punto de revelarte, guárdalo en tu corazón y tu alma lo entenderá, quizá tu mente juegue malas pasadas, pero tu alma bailará y resonara con esta vieja historia.

Comenzó a tejer mi cabello desde la coronilla mientras entonaba una cacofonía, de pronto la luna estaba sobre nosotras y ella sacaba de ahí largas hebras, hilos de plata que la luna le daba, y que iba entretejiendo con mi cabello.

Niña hermosa – dijo- no es necesario mantener todo a nivel de mente, porque tu magia reside en tu corazón, esa magia que es deseo, voluntad y amor.

Cada gajo de esta trenza representa una etapa de la luna, ellas se entretejen en ti, residen en ti y cantan con cada ciclo, se unen a la tierra a través de tu raíz, con ellas nutres, te relevas, destruyes y vuelves a crear, porque entre tu cuerpo y ella no hay espacio, tu perteneces a ella como ella te pertenece a ti, desde el principio.

Mujer, TU ERES LA LUNA, eres sus fases, sus momentos y sus energías.

Cuando la anciana bajo sus manos, mi cabello trenzado en 4 se había vuelto la raíz de un enorme y frondoso árbol que recibía a través de sus ramas en forma de cuna los rayos de esa hermosa luna que nos cubría a la anciana y a mí. Ella dejó de cantar y en unos segundos yo salí del pequeño trance, la raíz, el tronco, las ramas y las hebras de energía lunar penetraron en mi cuerpo y todo volvió a la normalidad; algo me indicó que era hora de irme. Ella me vio sonriente, me dio un abrazo y me acompaño a la puerta, cuando salí de ahí era de noche y al voltear la cabaña había desaparecido, retomé mis pasos caminando el mismo camino hasta llegar a la puerta, la pase, volví a sentir mi cuerpo rodeado de agua, y un impulso que lo saco a flote por completo, llegue a la orilla no sé cómo, mi cabello volvía a tener el mismo largo y todo estaba como al principio, lo único que había cambiado era la certeza de que YO SOY LA LUNA

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